Un parque animado.

  Ubicación: Spielplatz

Estamos en un punto, no aparte, no seguido. Más bien frustrante. Un confinamiento en un parque. Aquí nos encontramos el sábado. Una tarde calidad, solo cinco nubes tiene el sol delante. Nosotras, tranquilas paseantes, elegimos un sitio confortable. Desplegamos la mantita roja del avión, no quiero hacer publicidad pero era delito quedártela. Desde América a Alemania con una pequeña parada a España. 

Sobre la llamativa hierba verde nos tumbemos. Dejemos pensamientos en otra parte. Ella miraba salvaje a las aves. Las seguía con la mirada, yo los zapatos me desabrochaba. Y llegando ya al estado de tranquilidad, fumando un cigarro liado completamente amargo, nos miramos.

¿Qué más necesitamos?      

 Una inspiración sobrecogedora por los olores de la zona transformó mis pensamientos en letras, los sonidos en palabras y en textos la esencia. En silencio una melodía volaba nuestras cabezas. El gigante parque nos hablaba, miraba y entendía nuestra reserva en la selva. 

Nos hicimos amigas de los árboles, contagiosos de aire. Nos hacían sombra para jugar, corríamos, nos escondiamos. Escribimos unos versos para ellos. Lo agradecieron. 

Después de una hora y media contemplando el cielo, brillante e impresionante. Divisemos que había más gente en el parque. Mas humanos, más cuerpos. Familias jugaban con las flores, amigos paseaban y abuelitos como siempre en el banco se anclaban. 

Me interrumpió una pequeña araña en mi mano, me quito la inspiración, me sobresalto. 

Antes de devolverla al suelo me susurró. Bienvenidas a mi rincón. Me tranquilizó. Escribí más versos, más contexto, pero sin anexo. 

Y esta noche, no voy a soñar. Es realidad.